Ante la iniciativa de regreso a clases para las escuelas de nivel básico, medio y medio superior en el periodo 2021-2022, surgen muchas interrogantes en torno al logro de los aprendizajes esperados por parte de los estudiantes. En particular, se siente un clima de incertidumbre sobre lo que traerá la nueva dinámica escolar para los chicos que han pasado ya más de un año sin asistir a clases presenciales.
Proceso formativo ante el regreso a clases
Un estudio realizado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (cepal), mostró que existe una relación muy estrecha entre el número de países que han mantenido inflexible el cierre total de las escuelas y los estudiantes que refieren haberse visto muy afectados en el aprendizaje esperado para su grado escolar (cepal, 2020).
Con agravantes como la alta evidencia de la brecha de desigualdad existente, aunado a que ésta incrementó dramáticamente en el medio educativo (Lloyd, 2020), es posible aventurarse a pensar en el gran esfuerzo que deberán continuar haciendo las instituciones, el personal docente, administrativo y, en especial, los estudiantes para lograr compensar el deterioro académico que acarreó la pandemia.
El logro de los aprendizajes esperados se convierte no sólo en una necesidad, sino en un requerimiento para que el proceso formativo siga su curso y se logre resarcir el impasse que ha representado la pandemia para la educación. Ésta es una tarea por demás compleja, sin embargo, prioritaria en todos los niveles educativos, especialmente los de la formación básica.
En cuanto al personal docente, se puede comentar que ha hecho lo que ha podido con los recursos disponibles. Cada docente tuvo que implementar estrategias autogestivas, desarrollar herramientas que no conocía; incluso, algunos tuvieron su primera experiencia digital a raíz de esta problemática mundial. Cada docente tuvo la necesidad de generar nuevas formas de captar la atención de los estudiantes o, en su defecto, flexibilizar el nivel de exigencia haciendo un poco más laxo el requerimiento de atención que se establece en la educación presencial.
Un regreso con esperanza
Es necesario, entonces, además de tratar de asumir el regreso con una actitud de esperanza, pensar de manera cooperativa nuestro rol como personal que labora en educación. Generar redes de apoyo que muestren a los estudiantes que se está intentando todo lo que esté al alcance para dar curso a un proceso de alivio y superación del rezago académico de una gran parte de la población estudiantil.
La implementación de estrategias de enseñanza y de aprendizaje innovadoras no se debe limitar a la modalidad virtual del proceso formativo. Es necesario que se continúe capacitando al personal docente para retomar la educación en la modalidad híbrida.
Tampoco debemos olvidar que, al parecer, muchos de los estudiantes ya se “acomodaron” en la modalidad a distancia. Algunos comentarios sugieren que se han acostumbrado a recibir sus clases de manera virtual, aunque esto haya generado fatiga y un poco de desánimo en la asiduidad a clases. Esto puede llegar a representar una amenaza para el retorno a las clases presenciales y para generar asiduidad académica en lo presencial.
Sin embargo, es evidente que la gran mayoría de los estudiantes requiere integrarse presencialmente a su grupo social en la escuela. La preocupación central radica en el potencial riesgo de contagio entre una población vulnerable por aún no tener un esquema de vacunación que le proteja.
Pero lo anterior se contrapone a una preocupación aún mayor, la de los estudiantes ausentes de las aulas durante un periodo de tiempo realmente prolongado. Según Jean Gough, directora Regional del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia para América Latina y el Caribe, “En ningún otro lugar del mundo hay tantos niños sin educación presencial” (unicef, 2020)
Recordemos, también, que hay competencias y habilidades sociales que se pueden desarrollar mayoritariamente en situaciones de interacción directa con los compañeros y docentes. La empatía, la negociación, la asertividad, la gestión de emociones, la comunicación y la toma de decisiones inmediatas para resolver una dificultad que se presente, suelen ser las más requeridas en las escuelas. Y si bien se pueden desarrollar en la modalidad virtual, existe un espacio vacío entre la interacción directa y la interacción virtual entre estudiantes y docentes.
Asimismo, podemos inferir que, cualquier adelanto o ganancia que tuviesen los sistemas educativos respecto de la educación socioemocional, es probable que se haya visto comprometida por el aislamiento social que trajo consigo la pandemia.
Por ello, es necesario considerar que la iniciativa de regreso al aula necesita efectuarse de la manera mejor organizada, tratando de mejorar la accesibilidad a los medios de protección y a la implementación de protocolos de seguridad, a fin de garantizar que la estrategia de retomar las clases presenciales sea la mejor opción.
Para saber más
Licenciatura en Pedagogía e Innovación Educativa, Universidad
Intercontinental.
Doctorado en Educación, Universidad Intercontinental.
Estimulación y Educación Temprana, Universidad Intercontinental.
Diplomado en Inclusión educativa: estrategias para facilitadores, Universidad
Intercontinental.
Diplomado en Evaluación Psicopedagógica en las Dificultades en el Aprendizaje (EPDA),
Universidad Intercontinental.
Comisión Económica para América Latina y el Caribe (2020). América Latina y el Caribe ante la pandemia del covid-19: efectos económicos y sociales. Informe especial covid-19, 1, Santiago: cepal .
Lloyd, M. (2020). Desigualdades educativas y la brecha digital en tiempos de covid-19.
En H. Casanova Cardiel (coord.), Educación y pandemia: una visión académica. México: Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación, 115-121-