Según el Diccionario del Español Usual en México (COLMEX) se conoce como “clásico” a todo objeto u obra que constituye un modelo a seguir por poseer ciertas cualidades estéticas como equilibrio, orden, ritmo, belleza y demás, y que por ello su valor e interés no se limita a una época determinada ni a gustos específicos.
Los clásicos de Disney
Éste sería el caso de los famosos clásicos de Disney, aquellas primeras películas animadas que, para muchas empresas cinematográficas del mundo, siguen representando todo un paradigma a seguir para la elaboración y producción de proyectos de esta índole.
De ser sólo un sueño insistente en la mente de Walt Disney desde sus inicios como caricaturista y de creador de cortometrajes animados, Fantasía se convirtió en un verdadero reto que trascendería sus propios ideales creativos y que se colocaría rápidamente a la altura de las grandes producciones de Hollywood, superando, además, las expectativas de un público que exigía un tipo de entretenimiento que le proporcionara experiencias cada vez más emocionantes.
Los primeros éxitos
Tras el enorme éxito conseguido con Blanca Nieves y los siete enanos (1937) y Pinocho (1940), Walt Disney siempre se sintió con la responsabilidad y el compromiso de mejorar permanentemente sus proyectos, elevando sus estándares de calidad más allá de lo esperado. Como proyecto inicial, Fantasía Musical (nombre original), estaba planeada para ser un cortometraje sin más parlamentos ni efectos sonoros que la musicalización de Leopold Stokowsky (entonces director de la Orquesta de Filadelfia). Se trataría del poema sinfónico de Goethe y Paul Dukas El Aprendiz de Brujo (The Sorcerer´s Apprentice), cuyo protagonista, el ya reconocido ratón Mickey, se valdría sólo de la pantomima para desarrollar y expresar el argumento de la obra. Una vez terminada la grabación de la música, con el storyboard en mano y avances importantes en el desarrollo de los dibujos animados que le darían vida, Walt Disney tuvo la idea de superar los límites del cortometraje y convertirlo en un largometraje de ocho secuencias musicalizadas que revolucionaría la industria cinematográfica.
Una experiencia multisensorial
Las aspiraciones de Disney lo llevaron a buscar a los mejores especialistas en la materia para integrar, en un solo proyecto, las manifestaciones artísticas de mayor impacto sensorial como la pintura, la literatura, la música, la danza y obviamente la cinematografía. De este modo, personalidades como George Balanchine, famoso bailarín y coreógrafo, Igor Stravinsky, compositor de renombre (La Consagración de la primavera, Pájaro de Fuego y demás) y Deems Taylor (asesor musical de Disney y autor de la primera ópera americana) entre otros, fueron invitados para participar activamente en el proyecto, con el fin de elaborar un producto en el que cada detalle fuera el resultado del trabajo de verdaderos profesionales en la materia, lo que lo convertiría en una obra de arte kinético sin precedentes.
Estímulo e interacción
Sin embargo, conforme el proceso de elaboración avanzaba y pensando en la proyección final de la película, Disney daría un paso aún más sorprendente. Se trataba de ofrecerle al público no sólo una pieza cinematográfica de excelencia, sino toda una experiencia estética que representara un gran estímulo multisensorial en el que se invitara al espectador a involucrarse e interactuar con ella. En el aspecto musical, tendría que crearse la ilusión de presenciar un concierto en vivo de alto nivel; Fantasía se convertiría así, en la primera película con sonido estereofónico (Fantasound) y la primera en ser doblada y remasterizada en Dolby Stereo (1982 y 1985), lo que actualmente nos permite escucharla sin distorsión alguna.
Tan real que sale de la pantalla
En lo que respecta a las imágenes, se buscaba que éstas parecieran “salir de la pantalla” e incluso que se proyectaran las sombras de los personajes sobre las paredes de la sala, un efecto de tridimensionalidad que podía lograrse al proveer al público de lentes especiales y que actualmente es común en varias salas de cine.
De igual modo, tanto lo táctil como lo olfativo también tenían que hacerse presentes como estímulos reales aprovechando la secuencia del Cascanueces de Tchaikovski, en la que la audiencia pudiera experimentar la sensación de recibir el rocío fresco sobre el rostro, así como un delicado aroma floral, para lo cual se realizarían los ajustes técnicos necesarios en las salas de proyección, lo cual en su momento rebasaba los límites presupuestales y que fue imposible concretar.
La tecnología: antes y ahora
Así, aquel proyecto que iniciaría con la idea de “materializar” la música con formas y colores y musicalizar el movimiento, representa hoy una inolvidable pieza maestra “sin terminar” y que invita a continuar el reto de concluirla en su totalidad de la mano de la tecnología actual.
Para saber más:
Licenciatura en Diseño Gráfico, Comunicación Digital, Universidad Intercontinental.